Entre Columnas
La fuga del Chapo: Crisis del Estado mexicano.
Martín Quitano Martínez.
“Necesitamos una nación donde la corrupción no sea una forma consentida de gobernar”.
Javier Diez Canseco
La debilidad institucional es un lugar común en nuestro país, es tema de las discusiones de todos los días en muchas mesas. La necia realidad se encarga de abofetearnos con hechos suficientes para dejar en claro que esta debilidad es ya un padecimiento crónico de nuestros gobiernos.
En todos los niveles del ejercicio público se manifiesta esa tan reconocida condición pero poco se trabaja para remediarla; es en cambio el espacio donde se recrean los discursos de los compromisos que muy poco se cumplen, las soluciones que nunca alcanzan a serlo, porque provienen del desenfado de una mayoría de políticos y funcionarios tocados por la indiferencia de sus intereses.
En nuestro país, el estado de derecho es más bien esa jerga grandilocuente de uso y disfrute de la impunidad; suciedad con la que se manosea el ejercicio público, gracias al cual han no solo construido una sociedad profundamente desigual, sino también una sociedad que vive enmarcada en la ilegalidad, donde todo se puede, donde la simulación es la actuación de la mayoría de los gobernantes y de los que dicen representarnos y -tal vez lo más triste- de un amplio sector social que hasta puede festejar el escape de un delincuente.
La segunda fuga del Chapo Guzmán es la nota que muestra descarnadamente el raquítico estado de nuestras instituciones, de la crisis del régimen y sus gobiernos; la fuga es esa gran estrategia donde muchos sin duda participaron, donde hubo una clara colusión de autoridades y mandos de toda índole de esas instituciones del estado, particularmente las de seguridad pública que, carcomidas por la corrupción, no son garantía de la aplicación de la ley ni del multimencionado “estado de derecho”.
La incapacidad de las instituciones mexicanas llaman a la burla. Sus integrantes -muchos de ellos-, son el ejemplo claro de las oscuras complicidades, los mismos que reclaman el respeto y el reconocimiento que no merecen dadas sus reconocidas arbitrariedades e ilegalidades, por su simulación y cinismo cuando sentencian la manoseada frase “nada por encima de la ley”, o, “se castigará con todo el peso de la ley”. Palabrearía hueca, muestra plena de la hipocresía de gobiernos cómplices del descalabro institucional que pone en jaque al Estado Mexicano o lo que quede de él.
El caso de la fuga del Capo es una vergonzante condición de la crisis del Estado Mexicano, pero en el ambiente de nuestra aldea veracruzana el asunto del municipio de Coatepec es otra muestra de esas raras formas de aplicación de la ley y de los procedimientos que alargan las soluciones, que generan suspicacias, que no corrigen.
Hasta el momento en que se realizan estas líneas no se ha resuelto nada al respecto, dejando a un municipio en la incertidumbre de tener o no un presidente municipal. Llama a la extrañeza, por decir lo menos, la lentitud, la “calma” con la que es tratado un caso como el coatepecano, donde está más que justificada la mayor agilidad de un procedimiento que sin duda dejaría para sus debidas instancias aquello que tenga que ser juzgado, sin que por ello se detenga la oportunidad de tener certidumbre en un municipio que merece un trato respetuoso.
La desgracia para nuestro país parece aún no tocar fondo; largas y profundas son las raíces de la corrupción y la impunidad, difícil nuestra situación, más aún cuando la mayoría de los gobernantes y representantes y muchos de nosotros pareciéramos no estar a la altura para responder a ella.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Gracias Toby por nueve años de lealtad y amor.
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