Entre Columnas
La tragedia coatepecana.
Martín Quitano Martínez
La mayor desgracia es merecer la desgracia.
Jean de La Fontaine (1621-1695) Escritor y poeta francés.
Ha pasado un año del arribo de Ricardo Palacios a la alcaldía coatepecana, después de un aciago periodo administrativo que para muchos mostraba un proceso de pauperización del ejercicio público coatepecano y la banalización de los quehaceres municipales, pensando que con la llegada del suplente del alcalde con licencia, llegaría a su fin.
La apuesta de que nunca podría actuarse de peor manera y la construcción de un imaginario de confianza hacia el sustituto, parecía conformar un escenario favorable al nuevo alcalde, pues después de todo lo malo que había sucedido, cualquier cosa que se hiciera bien, por mínima que fuera, abonaría a la recomposición de una confianza social y política perdida en los afanes y grandilocuencias que habían sido puestas en la mesa por una dirección municipal incapaz y sin rumbo.
El optimismo de algunos sectores locales no era menor ante el arribo del sucesor, contenía las aspiraciones, nunca tan presentes, de que se diera un cambio de rumbo, asumiendo las complejidades del caso y entendiendo que no sería solo el accionar de un solo hombre quien lo lograra, pero que con un mando distinto se podrían dar nuevos pasos firmes.
Ha pasado un año y el Coatepec que se reinventaría, que se abriría a nuevas y distintas oportunidades para todos, ha sido puesto en condiciones de una mayor y más profunda fragilidad. Se presencia una severa crisis que se refleja no solo en la falta obras y acciones que brinden verdaderas opciones para el desarrollo de nuestra infraestructura, sino principalmente en la acentuación de los malos comportamientos del gobierno municipal.
El año recorrido ha sido lamentable para el municipio de Coatepec, los ajustes administrativos fueron la demostración de la inmediatez, la falta de experiencia y visión; el descontrol en la dirección municipal se nota en la cotidianeidad de los pendientes, de los notorios atrasos que generan el malestar social palpable como nunca antes.
Sin embargo, la tragedia coatepecana no es responsabilidad única y solitaria del presidente municipal, porque en ella se manifiesta también el abandono del cabildo con sus regidores y síndico, los otros actores que tienen responsabilidad legal y política, configurándose en espectadores omisos o cómplices del deterioro, con la agravante de ocultarse en la comodidad de la secrecía y no dar la cara ante la debacle, sin deslindarse públicamente si están en desacuerdo o de apuntalar y compartir corresponsablemente.
El cuchicheo y las descalificaciones conocidas por muchos no puede ser el ejercicio político de representantes populares que se precien de serlo, es necesario elevar el nivel del ejercicio político y público y ello conlleva responder de los actos en los cuales se debe asumir el encargo.
En esta tragedia habrá también que asumir en forma autocrítica la parte que nos toca de responsabilidad como ciudadanos ante la crisis, los vacíos de nuestra participación ciudadana que han sido ocupados por sujetos sin escrúpulos que privilegian intereses privados; volteando la cara ante el arribo de personajes que solo buscan que el espacio público les brinde dividendos que les permitan construir fortunas. La complacencia ha salido cara.
Nuestra desventura coatepecana se debe contener con la exigencia social de las razones y las propuestas. No podemos ni debemos caer más. El gobierno municipal debe de entender que no puede continuar por la ruta del descalabro social, de los oídos sordos, de gobernar de espaldas a la sociedad, sin planeación y a la deriva, de la mano de las ocurrencias; debe entender que hay muchas mujeres y hombres que aman su tierra y que ante los desórdenes están dispuestos a poner el esfuerzo que se requiera para detener esta tragedia.
DE LA BITÁCORA DE LA TÍA QUETA
Plantón de Antorcha Campesina en Coatepec = ejemplo de impunidad.
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